viernes, 1 de junio de 2012

Probabilidades





En ocasiones la gente no es conciente de lo que significa el azar en sus vidas y lo mucho que puede cambiar todo por una acción cualquiera.
En mi caso, no lo vi venir.
Fue una de las tardes vacías que tenía en vacaciones. Era mi primer año en un nuevo país y con un nuevo circulo de gente. Me sentía algo solo. Todos mis compañeros se conocían desde que tenían 6 o 7 años y yo acababa de aterrizar literalmente a las suyas.
No me sentía muy cómodo aun, así que pasaba gran parte de las tardes en casa o en un cibercafé que estaba a pocas calles. El camino me gustaba. No estaba acostumbrado a ver tantos árboles alrededor de una ciudad, teniendo en cuenta que en la parte de Lima en donde vivía no había árboles tan frondosos por las calles.
El encargado del local era un uruguayo que parecía estar más pendiente de una conversación de Messenger a darme el número de ordenador y el tiempo.
En general buscaba a mis amigos del otro lado del mundo, aunque me di cuenta a los pocos días que ellos seguían su vida e historia, y yo no encajaba del todo en ella.
Y entonces, empecé a escribir. Entre a una web de música donde la gente anónima colgaba letras de canciones. Yo, en un arrebato de quiero y no puedo, me puse a escribir frases son rimas fáciles hablando del amor (oh si, gran originalidad la mía...)
A los pocos días, simplemente paso.
Encontré un mail de una chica de Valencia. Parecía agradable y decía que le gustaban las letras.
Me halagó y la agregué. Las palabras con ella me salían de manera automática, se podría decir que me sentí comprendido. Era una chica normal, con sentimientos normales e ilusiones normales. En su foto, la veía con unos pelos castaños y siempre con una sonrisa.
Sonrisa que no se le borraba nunca, ni por imagen, ni por escrito. Todo lo contrario que hablando por teléfono, ahí era más bien calmada y pausada.
Simplemente me encantó saber que coincidíamos en muchísimas cosas, en la manera de ver el mundo. Esa chica era especial, es especial.
Pasaron 8 años y aun mantenemos contacto. Ella ha cambiado un poco. Ya no es tan inocentona y es más fuerte. Tiene lo que a muchos le puede parecer raro, anticuado o admirable. Ella es buena.
Hoy en día no abundan las buenas personas. Y no hablo en el sentido moralista de la palabra.
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Fue un verano en el que ella decidió trasladarse a Barcelona a hacer un Master de Turismo. Me acuerdo que el día en que me lo comentó casi di un salto en la silla.
Nunca nos habíamos visto en persona. Por alguna razón u otra, siempre terminábamos aplazándolo o posponiéndolo, pero esta vez no iba a ser así.
Quedamos en un café del centro. Recuerdo el lugar repleto de turistas hablando en distintas lenguas por todos lados. Yo miraba a la ventana, esperando alguna minima señal de ella mientras movía la cucharita de mi café.
Fue entonces cuando pasó. Sentí una extraña sensación en el cuerpo y un impulso eléctrico que subía por mi espalda y acababa en mis orejas. Mi corazón se acelero y sentí que mi rostro se calentaba. Seguramente estaba rojo como un tomate o un turista nórdico en la costa mediterránea.
Empecé a dudar de mis sentimientos hacia ella. ¿La quería solo como amiga? ¿Por qué siento esto? ¿Esta emoción es normal? Después de tantos años se me hacía raro preguntarme eso justo en ese momento, no tenía sentido.

Entonces se abrió la puerta.
Miré a otro lado intentando fingir que no me había dado cuenta. De reojo vi una chica acercarse a distintas mesas y hablando con los que estaban sentados. Pensé que quizás no me había visto, pero al poco rato vi como esa chica caminó hasta mi mesa.
- Sorry. Have you seen a red-haired boy?
-No, sorry.

Falsa alarma. 
Suspiré y volví a ver la ventana, en donde estaba ella saludándome enérgicamente con una amplia sonrisa. 
Me quedé en shock pero sonreí. Ella entro por esa enorme puerta y se acercó a la mesa. Me levanté y la abracé. 
Entonces fue cuando lo entendí. En ese abrazo me encajaron todas las piezas. Sin duda la quería, era una de las personas que más quería en este mundo, pero no de la manera en que sospeché que sería minutos antes.
La abracé con necesidad, con cariño. La necesitaba cerca. La quería como mi amiga, la amiga que siempre había deseado. La cómplice perfecta para charlar sobre cualquier cosa. 
Ella era mi amiga, mi amiga de verdad. En ese abrazo sentí que todas esas letras y fotografías cobraran sentido. Era real y la tenía delante.



Después de una larga charla nos despedimos y quedamos otro día, lo que a partir de ese momento seria una dinámica.
Al llegar al metro me puse a pensar en las probabilidades que había en conocerla. ¿Os lo imagináis? ¿Qué probabilidades había en que un chico de Barcelona y una de Valencia se conocieran por la red, mantuvieran el contacto durante años y luego se conocieran?
¿Qué hubiera pasado si no hubiera ido al cibercafé aquella tarde de verano? No lo se, tampoco quiero averiguarlo. Lo que se es que ella es parte de mí ya.

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